sábado, 3 de septiembre de 2011

Vacaciones

Hace algún tiempo, unos pocos meses, mi cabeza sufría cada vez que cesaba en mi actividad, aunque fuera por motivos festivos, y se me antojaba imposible pasar a formar parte de aquellas personas que ven pasar la vida sentadas en un banco o pasean lentamente mirando con curiosidad los edificios que las rodean, como si analizaran su entorno sin una finalidad concreta o como si su propia vida les fuera en la intensidad del análisis.
Este pensamiento iba en contradicción con mis propias actuaciones ya que, por una parte, mi vida profesional ha consistido en analizar todo tipo de procedimientos y, por otra, mi ocio lo he dedicado siempre a contemplar el cielo, el mar o la montaña mientras paseaba. Conclusión, sólo es cuestión de enfocar el objetivo.
Pararte a contemplar tu alrededor, y dedicarle tiempo, te ayuda a situarte mejor ante tu propia realidad. Analizar lo que te rodea habitualmente para saber si lo conoces, si es lo que deseas y, de tratarse de personas, si existe retroalimentación, favorece la autoestima y, sobre todo, afianza la percepción real de lo que somos, ni bueno ni malo sino real. Y, como todo análisis, contribuye a tomar decisiones y a cambiar el decorado o los objetivos. Y esto debe hacerse de forma periódica porque aunque los escenarios no cambien, que sí lo hace la percepción que tenemos sobre ellos, las personas que nos rodean sufren mutaciones trascendentales como las nuestras y conviene cerciorarse de vez en cuando de la existencia de la retroalimentación a la que me refería antes.
Y no pasa nada, mientras seamos conscientes, cada cual, de que sigue siendo la propia vida lo que tenemos entre manos y que todo lo hacemos para mejorar la convivencia, o sea, por engranar todas esas propias vidas, siempre que exista un interés común. Si no, ¿para qué? Y, aún con todo, no es fácil.