Juan
Cotino, presidente de las Cortes Valencianas (del PP, para más detalle), se ha
explayado sin ruborizarse un pelo, o sea, igual que con Jordi Évole sobre el
accidente del metro de Valencia (lo de ruborizarse, no lo de explayarse), a
cuenta del odio que, según él, se está alentando en muchas ocasiones
desde determinados sectores de manera irresponsable, "un alto grado
de crispación que se manifiesta no sólo con gritos en la calle en contra de los
que ejercen la política, sino una muy preocupante fobia antipolítica que se
trasluce en amenazas a través de las redes sociales, en agresiones físicas, o en
la extensión de otras formas de acoso".
Antes
de escribir esto y otras afirmaciones como "ese rechazo transformado en
odio extremo puede terminar por abocar a la locura de apretar un gatillo contra
alguien, como se ha visto esta semana con el asesinato de la presidenta de la
Diputación de León", ha reprendido severamente a los concejales de su
partido en el Ayuntamiento de Toledo por abandonar el pleno cuando iban a
hablar padres de niños con cáncer; a Cañete, por vejar a todas las mujeres con
afirmaciones que hasta un machista haría no antes de ponerse de vino hasta las
cartolas; a Jaime A. Mora, de NNGG del PP de Madrid, por escribir un twit a
Alberto Garzón, diputado por IU de Málaga, con este contenido ”aunque pensándolo
bien matarte a ti o a todos los d tu calaña nos va a salir igual d caro! Igual
no va a ser tan malo…. Payaso”. También ha recriminado, previamente, a su
compañera Andrea Fabra, por el “que se jodan”; a Rafa Hernando, por aquel “algunos
se han acordado de su padre cuando había subvenciones para encontrarlo”; y a
Luis Gutiérrez por su “dudo que el hijo de esta tipeja haya muerto en los
atentados”, que dirigía a Pilar Manjón.
Juan
Cotino se ha equivocado, al menos, en dos ocasiones. Al callar, cuando Jordi Évole
le preguntaba sobre el accidente del Metro. Y al hablar ahora, cuando nadie le
ha preguntado nada.