miércoles, 21 de mayo de 2014

Hablar y callar.

Juan Cotino, presidente de las Cortes Valencianas (del PP, para más detalle), se ha explayado sin ruborizarse un pelo, o sea, igual que con Jordi Évole sobre el accidente del metro de Valencia (lo de ruborizarse, no lo de explayarse), a cuenta del odio que, según él, se está alentando en muchas ocasiones desde determinados sectores de manera irresponsable, "un alto grado de crispación que se manifiesta no sólo con gritos en la calle en contra de los que ejercen la política, sino una muy preocupante fobia antipolítica que se trasluce en amenazas a través de las redes sociales, en agresiones físicas, o en la extensión de otras formas de acoso".

Antes de escribir esto y otras afirmaciones como "ese rechazo transformado en odio extremo puede terminar por abocar a la locura de apretar un gatillo contra alguien, como se ha visto esta semana con el asesinato de la presidenta de la Diputación de León", ha reprendido severamente a los concejales de su partido en el Ayuntamiento de Toledo por abandonar el pleno cuando iban a hablar padres de niños con cáncer; a Cañete, por vejar a todas las mujeres con afirmaciones que hasta un machista haría no antes de ponerse de vino hasta las cartolas; a Jaime A. Mora, de NNGG del PP de Madrid, por escribir un twit a Alberto Garzón, diputado por IU de Málaga, con este contenido ”aunque pensándolo bien matarte a ti o a todos los d tu calaña nos va a salir igual d caro! Igual no va a ser tan malo…. Payaso”. También ha recriminado, previamente, a su compañera Andrea Fabra, por el “que se jodan”; a Rafa Hernando, por aquel “algunos se han acordado de su padre cuando había subvenciones para encontrarlo”; y a Luis Gutiérrez por su “dudo que el hijo de esta tipeja haya muerto en los atentados”, que dirigía a Pilar Manjón.


Juan Cotino se ha equivocado, al menos, en dos ocasiones. Al callar, cuando Jordi Évole le preguntaba sobre el accidente del Metro. Y al hablar ahora, cuando nadie le ha preguntado nada.

viernes, 16 de mayo de 2014

Ultrasensibles

Fernández Díaz, ministro del interior, quiere definir el “umbral de hipersensibilidad”. O eso parece.
Se me antoja inalcanzable el objetivo, sólo pensando en tres o cuatro ejemplos que pondrían demasiado alto el listón. Para la altura del señor ministro, me refiero.
El primer ejemplo viene en la prensa de hoy y se trata de unas afirmaciones de Joan Benach, profesor de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona,

            Mientras las élites no tengan miedo del pueblo, no hay nada que hacer.

Al señor ministro, leer esta frase le provoca sarpullido y una reacción compulsiva de coger el teléfono y marcar el número de su subordinado, y supongo que amigo, Arsenio Fernández de Mesa, que sigue siendo director de la Guardia Civil después de sus declaraciones sobre la tragedia de Ceuta, con 15 inmigrantes muertos.

Sin embargo, el “que se jodan”, de la ilustre Andrea Fabra, celebrando los recortes a las prestaciones de los parados, se la trae al pairo.

O el famoso "algunos se han acordado de su padre cuando había subvenciones para encontrarlo", del insigne Rafa Hernando.

 

Y también el "dudo que el hijo de esta tipeja haya muerto en los atentados", de su acólito de Majadahonda Luis Gutiérrez, sobre Pilar Manjón.

 

Alguien tendría que decirle a Fernández Díaz que la España actual se compone de personas distintas con distintas sensibilidades. Que no todo es PP, pensamiento único, única sensibilidad, único sentido. Aunque gocen de mayoría absoluta, que también es circunstancial y pasajero.

 


Las redes, un vehículo.

miércoles, 14 de mayo de 2014

Somos los dueños.

Hablando de democracia participativa, supongamos, sólo supongamos, que un alto porcentaje de la ciudadanía, gente de cualquier o ninguna adscripción política, tuviera un gran interés en actuaciones como las siguientes:

-          Investigar la financiación de los partidos políticos.
-          Investigar los sobrecostes de las obras públicas.
-          Investigar los casos de corrupción en las instituciones.
-          Definir las prioridades en inversiones y gastos públicos.
-          Definir las prioridades entre posibles recortes y financiación del déficit público.
-          Eliminar la posibilidad de contratar a dedo asesores externos para las instituciones. Hacerlo siempre  entre el funcionariado.
-          Aplicar responsabilidades a políticos, por sus decisiones, sin límite de plazos.
-          Aprovechar las elecciones para hacer referendos sobre temas candentes, como la actualización de  la Constitución, la Monarquía, el Senado, el Poder Judicial, etc.
-          Definir los organismos técnicos externos necesarios para el control económico-financiero de las diferentes administraciones del Estado, partidos políticos, sindicatos y toda organización que reciba un solo euro público.

Todas ellas respetables, desde el punto de vista del buen funcionamiento de las instituciones públicas  y de la participación ciudadana.

Me pregunto cuál sería el cauce que debería seguirse y si, existiendo el gran consenso ciudadano que cito en el primer párrafo, todas las instituciones, partidos, sindicatos y demás organismos oficiales, públicos o semipúblicos, se pondrían a nuestro servicio con gran alborozo por haber conseguido nosotros lo que nunca ellos habrían siquiera soñado.

Pero supongamos, sólo supongamos, que esto no sólo no es así sino que, aunque mediáticamente lo llegasen a aplaudir, empiezan todos ellos a poner palos en las ruedas para que fracase la legítima iniciativa ciudadana, cerrando cualquier puerta a corto y largo plazo. Siendo los dueños, no lo olvidemos, ¿qué camino nos quedaría entonces?

jueves, 8 de mayo de 2014

Prioridades erróneas

Lo siento. Y creo que no es la primera vez que me sucede, liarme de mala manera con mis responsabilidades olvidando por completo a las personas que quiero y que espero me sigan queriendo. Siempre he dicho que mi gran "problema" es y ha sido mi sentido de la responsabilidad, que me ha llevado toda la vida a priorizar mis obligaciones profesionales sobre todo lo demás.
Mi nieta me pega unas broncas monumentales. Mientras estuvo conmigo no hubo problema pero ahora que estudia fuera y tiene que llamarme (ella) para que hablemos, aprovecha para ponerme a parir. Sé que tiene toda la razón, aunque me ría mientras bromeo a costa de las llamadas perdidas que me hace, cuando pasan más de tres días desde la última vez, y que yo, sobresaltado,  devuelvo automáticamente para que su cabreo no llegue a mayores.

Todo esto viene a cuento al comprobar que no he hecho uso del Blog desde octubre del año pasado. Ya sé que otros agradecéis estos paréntesis, por el contrario, pero esta nota no va dirigida a vosotros.