miércoles, 28 de agosto de 2013

Rajoy

Rajoy tarda tanto en tomar decisiones porque tarda mucho más en procesar las informaciones.
Si te fijas bien, cuando le hablan, su mirada está como perdida, como si no hiciera caso, como si estuviera pensando en otra cosa; cuando realmente escucha, toma notas rápidas que luego es incapaz de entender él mismo. Y, siempre, sus decisiones las basa no en la solución del problema sino en que no le vuelvan a molestar sobre el tema en el máximo tiempo posible. Nombrarlo un montón de veces y un "me equivoqué...", le basta para apartar de sí el amargo cáliz de Bárcenas.
Sólo es rápido en lo intrascendente. Convocar a la prensa cuando va a dar un paseo con sus pelotas (lameculos) alrededor, por un camino que no lleva a ninguna parte; regresar a su despacho en Madrid, teniendo que volver, en cuatro días, a Galicia para un acto de partido; trastear con la prensa para asistir a un partido de fútbol en el extranjero; atender a una emisora de radio para comentar una etapa de la vuelta. Ahí se siente cómodo y está convencido de que, como al rey, la gente le considera campechano.
Nunca interviene de memoria, siempre lee lo que ha o le han escrito. Nunca nombra lo que se le echa en cara, "eso de lo que usted habla...", "la persona que cita usted...". Repite machaconamente muletillas y frases del tipo "como dios manda", "como es natural", "oiga...", "haré cosas aunque no me guste", "no subiré los impuestos", "no tocaré sanidad ni educación". Frases, algunas, que le juegan malas pasadas a futuro, por incumplidas o vacías.
El incumplimiento de promesas no es un problema para él. Es capaz de decir ahora blanco y luego negro. Siempre encuentra una causa, que expondrá como inapelable, apocalíptica con la que justificarlo. La herencia recibida, "han cambiado las circunstancias y debo adaptarme a ellas", "la realidad"... Siempre rotundas, universales, casi divinas, contra las que nada se puede hacer, sino lo que hacemos.
Rajoy, como registrador de la propiedad, no es un ser imaginativo, creativo ni expeditivo. Es un leedor, signatario y refrendario. Nada más. Como aficionado al ciclismo, ya sabemos que le gusta el largo recorrido, que aguanta lo que le echen, aunque, a veces, tuerza el gesto. Esto último no es importante para él. Es más un signo del aburrimiento y hastío que le producen las "incomprensiones" de los demás.
Rajoy es peligroso. Es peligroso por ser una persona sin recursos pero tenaz y pertinaz, como la puta sequía, y con mucho poder.

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