martes, 27 de diciembre de 2011

Mi nieta


Cuando mi nieta favorita me llama por teléfono y me dice "agu, tengo un problemilla", sé positivamente que el que va a tener el problema dentro de diez segundos, que es lo que le cuesta a ella contármelo, voy a ser yo. Pero ella y yo lo sabemos, nos conocemos de sobra, nos queremos más todavía y, la mayoría de las veces, intentamos que no trascienda porque nadie entendería esa parte de nuestra relación. Ni el resto de las partes. Así que, después de asumir como mío el problema de turno, suelo decirle "vale, pero me jode y te haré una putada en cuanto pueda" y ella me dice que está de acuerdo y que me hará otra, también. O sea, que salgo perdiendo por partida doble. Para mí, ser abuelo es eso y lo llevo con dignidad. Eso no quita para que tengamos alguna que otra bronca monumentales pero, al cabo de dos o tres días sin hablarnos, terminamos fundidos en un abrazo y culpándonos el uno al otro del origen de nuestra bronca. Somos cabezones hasta el tuétano.
Ahora tenemos un problema común que no hemos generado ni ella ni yo. Un problema de relaciones personales de terceros, en el que no podemos intervenir, que nos está afectando intensamente y que a mí me hizo llorar el otro día delante de ella. Se comportó conmigo como no lo habría hecho una persona "mayor", y acertó plenamente con lo que mi atormentada cabeza necesitaba en esos momentos. Era lo más difícil y lo supo hacer.
Cosas de este tipo, aunque de otro orden, hacen que sepa que está ahí para lo que necesite, que a estas alturas de mi vida suele ser cariño y comprensión. Casi voy a decir compañía en lugar de comprensión porque, como ella me suele gritar cuando la cabreo con mis putas manías y torpezas, "¡¡¡no entiendo cómo eres así, no entiendo ni cómo te aguanto, es que no hay otro como tú, ¿no puedes ser normal, como todos?, aaahhh!!!". Así que comprensión ya sé que no me va a dar. Bueno, creo que lo podré soportar.

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