miércoles, 9 de marzo de 2011

La obra

Los que, a la vista del título, vienen en busca de referencias sobredivinas, que observen la "o" minúscula y que lo dejen aquí.
La obra es mi obra, o sea, la puta obra que me están haciendo en casa y que me tiene desubicado ahora hace ya dos meses. Ya sé que la obra fue idea mía y que fui yo quien encargó que me asaltaran con martillos pilones, radiales, alcotanas, rasquetas, plomadas y cortafríos pero, como también voy a ser yo quien la pague, tengo el mismo derecho a quejarme del sufrimiento sobrevenido que vosotros del que os aporta la lectura de mis pajas mentales.
El caso es que mi angustia comenzó un mes antes del primer martillazo, dando vueltas a qué iba a ser de mí durante el "transcurso"... Siguió cuando, con mi bolso de pasar el fin de semana en casa de mi hijo, llegué a casa de mis cuñadas y me di cuenta de que me venía grande la casa y pequeño el bolso. Continuó cada vez que echaba en falta un algo, lo que sea, que me sucedía cada dos minutos, tres segundos, cinco décimas. Y culminó cuando, todavía echando en falta cosas, comprobé que llevaba fuera de casa cincuenta y cinco días con sus cincuenta y cinco noches.
- Jesús, por favor -llamé al contratista por teléfono, la madrugada del día 56-, me echan de casa de mis cuñadas y me quedo en la calle. Necesito mi casa, aunque sea a mínimos, para sobrevivir.
Debí transmitir fielmente mi desesperación, porque al mediodía me devolvió la llamada diciéndome que al día siguiente podría dormir en mi casa. Siempre me quedará la duda de si hubiera sucedido lo mismo si le llamo la tercera semana.
Mi casa, con su polvico cubriendo todas las superficies horizontales y verticales; con sus gotas de yesico y escayolica pringando todos los espacios susceptibles de ser pringados; con su pinturica salpicándolo todo, aquello y esto; con sus puerticas desmontadas de sus marcos y las jambicas entre el variado escombrico abandonado por los diferentes gremios que han ido pasando...
Dormir en mi cama, ducharme en mi ducha, trabajar en mi despacho, cocinar y comer en mi cocina... ¡Ah! Y deponer (cagar, para los que no les dé) en mi nuevo water, que tiene una tapica automática que baja tan lentamente que hay veces que no ha llegado abajo y yo ya me tengo que montar encima. Lo malo es que no sé si debo forzarla. Tengo que leerme el libro de instrucciones.
No sé, me noto un poco áspero. Debe ser por la puta obra, ¿os he contado...?

No hay comentarios:

Publicar un comentario