martes, 15 de marzo de 2011

Tenemos que vernos

Hace tiempo que te echo mucho de menos y lo sabes. La amistad auténtica, como la nuestra, tiene esos extremos; o gozamos mucho y a diario o sufrimos nuestra propia ausencia durante periodos larguísimos, pensando, también a diario, que tenemos que volver a vernos. No cabe duda de que tu vida es más vibrante, por tu juventud y tu sed de experiencias nuevas, que no dejas de perseguir; y la mía, más sedentaria, también por mi "juventud", pero no exento de  rebeldía y hasta contestatario a un paso de la anarquía, por la inquietud que me producen los cambios (no nos engañemos, inducidos por el sistema) en la manera de ser de las personas (sobre todo las más jóvenes), faltas de interés por su propia emancipación, acomodadas en su estatus superburgués de dormitorio todo uso, con cama nido, ordenador con super ADSL para bajar pelis, juegos y música y Play Station de última generación, además, claro, del último modelo de móvil, sin saldo, por supuesto, a no ser que lo financien los aitas, que son muy cachondos y se enrollan de puta madre.
En esas conversaciones imaginarias que mantengo contigo cuando paseo o, simplemente, cuando me apetece, por verme indignado, que te encanta provocarme, me indicas que cada vez lo tienen más difícil (lo de emanciparse) por causa de la crisis y otras hierbas. Te sale natural tu instinto maternal, a lo madraza que eres. Y, como siempre, consigues revolverme las entrañas, que, además de tu objetivo, es uno de los síntomas que debería verse en ellas (las personas jóvenes, adolescentes, estudiantes), junto con un cabreo monumental por no poder irse de casa por falta de trabajo y medios para poder habitar su propio piso. La crisis no me dice nada porque yo y muchas personas como yo hemos vivido en crisis permanente desde que nacimos y no por ello dejamos de buscar el pequeño catamarán de una sola vela, para lanzarnos con lo puesto a navegar sorteando parajes abalizados para no quebrar nuestro mascarón de cristal. Pero primero nos habíamos roto la cara desde las universidades o desde las fábricas en contra del propio sistema que nos constreñía y nos asfixiaba. Y aún antes, contra nuestros padres. Nuestro objetivo no era otro que la libertad...; por encima del confort y los acomodos... Como ahora, vamos.
Desde que los padres han dejado de ser padres, entiéndeme, los maestros viven acojonados y los departamentos de márketing, encantados de haberlos conocido, que los botones que se agarran los hijos les inflan las cifras de ventas. La crisis lo que debería es romper esta dinámica y poner a cada cual en su sitio. Le decía a mi sobrino no hace mucho, que me preguntaba que cuándo iba a poder hacer lo que quisiera, que sus padres no le dejaban ni salir con la cuadrilla,
"Eso lo puedes conseguir ya. Si tú tienes a tus padres encantados de la vida contigo, no tienen queja de ti en la escuela y vas sacando los estudios, vas a poder dedicar el tiempo que te sobre a lo que más te guste, no tengas ninguna duda. Por el contrario, si tienes a tus padres encabronados por tu causa y hasta el director de la escuela te manda 'recuerdos' para la madre que te parió todos los días lectivos del curso escolar, pues tendrás que esperar a independizarte". Ya conoces mi sutileza.
"Y ¿sabes qué supone independizarse? Pues que con tus propios recursos, sin la ayuda de nadie, por supuesto sin la de tus padres, te dedicas a vivir por tu cuenta y a hacer lo que quieras... O lo que puedas, que no suele ser lo mismo. Conclusión, o aprovechas estos años con tus padres para empezar a hacer lo que más te gusta, como te decía, o te aprovechas estos años de tus padres para, luego, independizarte y hacer lo que puedas. ¿La pillas?"
El cabrón de él me dijo que sí y que le gustaba el planteamiento pero me da que se quedó sólo con lo de hacer lo que le gusta, capullo.
Esta es la generación que tenemos entre manos. Se trata de chupar todo lo que puedan sin dar nada a cambio. Pero el problema está en lo cachondos y enrollados que son los padres, no lo dudes. ¡Pobres maestros...!
"¡Cómo eres!, no cambias", me dices en esa conversación imaginaria que mantenemos.
En otro momento, hablaremos de los resultados en los institutos. Es muy interesante.
Lo siento, no te mereces esto... Y yo que te iba a hablar de nuestra amistad y de que tenemos que vernos pronto. Es verdad que te echo de menos y te sigo queriendo mucho, ya lo sabes. Tenemos que vernos más amenudo, aunque sólo sea para evitar estas chapas.

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